Los textos en redes sociales deben, por cuestiones de estética, cumplir con las normas del lenguaje. El problema radica en que el español es un idioma difícil y dominarlo tiene su complejidad. No está bien, bajo ningún concepto, escribir como te sale. Tiene más credibilidad una persona que escribe bien que alguien que se queda en «pero se entendió». En este aspecto concuerdan la profesora Margarita Arribas y Álex Grijelmo.
Sin embargo, hay zonas donde se habla muy distinto de cómo se debe escribir correctamente. Verbigracia, Chile y República Dominicana, y eso se debe a la práctica del habla que poco a poco va moldeando el lenguaje y se transforma en lo que es hoy. Esto no implica que las personas de esas nacionalidades se expresen mal, sino que su forma hablar el idioma es particular; los nativos de la región lo entienden perfectamente, para los extranjeros es más difícil.
Gracias a esto, el español tiene la virtud de ser un lenguaje lleno de polisemia, es decir, muchos significados para un sólo término que además se enriquece con el contexto. El ejemplo más sencillo es: banco. Con diez definiciones en el DRAE, no sorprende la facilidad con la que se confunde la gente al viajar entre países latinos y escuchar las palabras coloquiales. En el Zulia, por ejemplo, existe un término que significa estar muy furioso, pero al cruzar la frontera colombiana esa palabra se convierte en deseo sexual desmedido.
Según los datos del Instituto Cervantes, en 2018 se concluyó que 577 millones de personas hablan español. Es tal la cantidad de personas que, en algunos casos, escriben como hablan y también los hay que son creadores de contenido. Por ello, es usual que tengan interacciones de personas que ven ese contenido como algo de calidad, así la redacción sea pobre.
Y no por ello deja de ser necesariamente de calidad. Un ejemplo es el Profesor Briceño, humorista venezolano. Él escribe «x» en vez de «por» y «xq» en vez «porque» para ahorrar caracteres en Twitter. De hecho, más de una vez los usuarios de la red social se quejaron por la limitación inherente a decir algo relevante en nada más 140 caracteres.
Veamos esto en comparación con otro idioma. En Japón para referirse al fenómeno físico de la perturbación de la longitud de onda en un campo electromagnético en forma de radiación que se propaga a una velocidad definida se dice ‘hikari’ (光), si se conoce la fuente que lo produce; y ‘kagayaku’ (輝く) cuando no se explica de donde nace. En español todo esto se reduce a 3 letras: ‘l’, ‘u’ y ‘z’: Luz.
Así como hay frases o palabras de otros dialectos que se reducen a una palabra, también hay situaciones contrarias. El grupo argentino Les Luthiers se vale de la fonética y los muchos significados de los vocablos para crear sus shows. Tomemos un segmento del acto Esther Píscore: «Querido sobrino. (…) Techamos de menos porque se nos acabaron las tejas, el mes próximo terminaremos de techar(…)».
Se produce una ambigüedad porque la oración bien podría referirse a «echar de menos» (extrañar) o la acción de colocar un techo a una estructura. Hay otras situaciones más interesantes como la ‘x’ en México, pero la pronunciación es con ‘j’. Entonces, ¿prójimo y próximo es lo mismo?
Vamos con lo que más caldea los debates: las redes sociales
Como vimos, el español es un idioma complejo. Hoy muchas personas no saben que los demostrativos se deben acentuar, o desconocen qué es un demostrativo. Lo mismo ocurre con la grafía de las sílabas tónicas, el acento. Hay gente que, a pesar de los empeños del sistema educativo, desdice y desusa las tildes.
El problema radica en la perpetuación de un lenguaje dañado y viciado en todas las aristas de la vida. Aquí es donde entran los correctores y editores que tienen el trabajo de perseguir esos gazapos para que el lenguaje escrito sea lo más limpio posible. Este trabajo también le compete a los Social Media Managers y a los Community Managers cuando la personalidad de la marca lo demanda.
Entonces, la estrategia ya no depende de quien escribe sino del dueño de la marca. Si va con o sin errores lo decide quien regenta la marca, ya que imponerse por medio de las reglas puede ahuyentar a cualquier persona, o peor, que parezca que dos personas distintas llevan una sola cuenta.
Si hay o no que corregir debería pasar primero porque la marca se reconozca como personal o empresarial, luego que defina un estilo ya que los hay de todo tipo, desde muy confianzudos hasta formales. Y eso depende de la persona.
Siempre habrá personas que prefieran un lenguaje pulcro, sin detalles y corregido, pero no todo el mundo se detiene a leer el post, a pasárselo a otro para que lo lea o a revisar los errores.
Ambas caras de la moneda son parte de una realidad a la que ya no podemos escapar. El lenguaje tiene sus reglas y vericuetos, pero la gente que escribe como si acabara de salir de una montaña rusa también tiene su espacio y eso lo deciden los seguidores, porque así funcionan las redes sociales. Lo que mejor se posiciona es la publicación que más interacciones recoge.